Héctor Torres*
“Me gusta el olor del papel
- todo tipo. Me recuerda el olor de la piel.”
The Pillow Book
“Me conoces / me has visto al levantarme / despeinada, / me has visto
amanecer soñando / que te soñaba / me conoces, ya sabes de mi locura momentánea
/ de mi amor por la galaxia, las fiestas / y la gente sonámbula, que deambulan
por las casas / cuando las luces se apagan…”
El anterior es un fragmento de uno de los tantos poemas que Dira
Martínez Mendoza ha caligrafiado,
literalmente, sobre el cuerpo de otros. Es un proyecto que ha venido
desarrollando desde que en 2009, como parte de un happening–fluxus que organizó junto al fotógrafo Iaranavi Navarro y
a la Dj y percusionista Mabe Chacín, realizó su primera intervención corporal.
“Fue un evento en el cual se mezcló la fotografía, el down tempo en las mezclas de Mabe como Dj y mi poesía, generando
espacios lúdicos y haciendo explotar todos los sentidos en el evento artístico”,
rememora Dira.
Luego de ese experimento, la intervención corporal adquirió carácter de
propuesta estética formal y concreta, articulando diversas expresiones
contemporáneas a través de la poesía, como el arte público y visual, a la vez
que el registro fotográfico fijaba en el tiempo ese efímero arte de escribir
sobre la piel con marcador. Su idea fue propiciar un encuentro entre las
personas al margen de las ideologías. “Así que después de reformular, pensar
y analizar la propuesta, la intervención
de cuerpos se transformó en una manera de generar un espacio de reflexión y
sanación”, necesarios en una sociedad colapsada, como es la nuestra.
La interacción que se va produciendo mientras, al roce de sus dedos
largos y delgados, va dibujando signos sobre la geografía corporal de los intervenidos,
ofrece a Dira una dimensión más compleja de la belleza del cuerpo y de los
laberintos que palpitan debajo de la piel. “Es una exploración sensorial y
sensual, porque la persona intervenida está exponiendo su cuerpo para dejarse
llevar por esta experiencia y saca a flote toda su sensualidad, y aunque tiene
que ver con el sentido del tacto directamente, nos lleva hacia un encuentro que
no es físico, es un encuentro de alma”, explica.
Los poemas se borran de la piel a las pocas horas, pero la experiencia es
indeleble, porque suele operarse una mutación luego de las intervenciones.
Sobre todo en las mujeres. Por lo general se sienten mejor consigo mismas. Algunas
descubren una belleza que no habían visto en ellas. Otras entran en contacto
con un fuego que se había mantenido oculto. Hay las que aseguran que les sirvió
para drenar todo lo que llevaban por dentro o para reformular sus propios
proyectos, su misión en este mundo.
"Tus palabras escritas en mi fluían como sellos en mi alma. A raíz
de ello siento que se destapó una energía creativa que estaba dormida y
latiendo por salir", o "durante la intervención, sentí el
protagonismo que te da el ser el lienzo de tus poemas, viví la apropiación del
texto y se consolidó el vínculo que me mantiene unida a ti", o "desde
el momento en que desnudé mi espalda para la cámara y colocaste tus manos con
el marcador en ella, cambié. Soy desde ese entonces una mujer a la que no le
importa vivir su vida contra corriente" son algunas de las palabras que se
leen cuando se les pide a las intervenidas su testimonio de la experiencia.
¿Y que siente Dira cuando realiza esas intervenciones? ¿En qué piensa? “A
veces caigo en una especie de trance, un viaje personal que realizo cada vez
que intervengo a una persona. Al intervenir a un ser humano con mis versos,
también estoy exorcizando mis memorias, muchos recuerdos felices, otros no tanto;
eso genera un momento especial en mi, un viaje a mi pasado y un recorrido por
el presente”. Luego de un breve silencio, sus ojos castaños son atravesados por
un breve fulgor, para agregar: “Queda ese reconocimiento del otro como un
igual, esa sensación de que hemos vivido lo mismo, independientemente de los
contextos personales”.
—Mi padre siempre desde pequeña me decía que tenía que encontrar mi lugar
en el mundo. Estuve muchos años recorriendo y buscando ese lugar, hasta que me
di cuenta que primero tenia que encontrarlo dentro de mi misma —confiesa.
Y son innumerables las vivencias que, en pos de esa búsqueda, ha atesorado
en ese ejercitar la caligrafía sobre la piel ajena, construyendo un lenguaje paralelo,
propio e intraducible. Una forma de, al construir puentes entre corazones, ver
el mundo desde otros ojos.
Es decir, algo tan necesario y sensato como descubrirnos en el Otro.
"Lo importante es que uno se entregue con pasión a lo que hace para
que cuando llegue el momento de ceder espacios saber que uno dio lo mejor de si
mismo en el momento oportuno", responde a la pregunta de hasta cuándo piensa
explorar en la intervención de cuerpos.
Mientras ese momento llega, sigue asentando poemas que retornan a ella
cargándola de ese conocimiento menos vanidoso y más perdurable que los mayores
llamaban sabiduría. “Hace días le comentaba a un amigo poeta que en ese preciso
instante que empecemos a sentir felicidad interna con todo ese conocimiento
acumulado, sabremos inmediatamente que estamos en presencia de la verdadera
sabiduría”, asevera mientras la melancólica dulzura de su sonrisa secunda,
convencida, cada una de sus palabras.
Dira Martínez Mendoza |
s
*Narrador venezolano.
Cofundador y editor del portal Ficción Breve Venezolana
Twitter: @hectorres
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