Héctor Torres*
Obra ganadora del Premio de la Crítica a la novela del año 2010 |
La noche del pasado dos de noviembre, la novelista venezolana Victoria de Stéfano cenaba sushi con unos amigos, en la ciudad de Mérida, cuando sonó su celular. No reconoció el número, pero igual atendió. Luego de lidiar con la mala calidad de la señal, y tras varios esfuerzos por escuchar, logró enterarse del motivo de la llamada: Paleografías (Alfaguara), su más reciente novela, había sido escogida por el jurado del Premio de la Crítica a la Novela del Año 2010 como la ganadora de esa edición.
Esa misma mañana, los investigadores literarios Oscar Rodríguez Ortiz, Claudia Cavallín y Carmen Díaz Orozco, culminaban sus deliberaciones entre Caracas y Mérida, vía skype, para enviar un correo con el veredicto a los organizadores del evento. Bastaron pocas horas para que la noticia se corriera a través de las redes sociales y los usuarios comenzaran a expresar, en 140 caracteres, su alegría por el veredicto.
Críticos y editores son dos figuras usualmente tan desconocidas para el público lector, como fundamentales para el desarrollo de la literatura de un país. En teoría, conforman las orillas opuestas por las que fluye el río de la creación literaria, una vez dada a conocer a los lectores.
Ya los editores suponen un filtro. Una subjetividad que dice a qué le apuestan y a qué no. Pero toca a los críticos contrastar esa apuesta con una lectura “distanciada” del producto de aquellos. Encontrar sus bondades y flaquezas, sus posibles aportes al mapa de la literatura de una nación. Es decir, que si el editor destaca convenientemente los logros de una obra que está bajo su sello, toca al crítico ubicar los matices, los marcos, los acentos.
Eso es, como ya se dijo, en teoría. Pero, para que existan voces que puedan opinar con cierto rigor y necesario desapego acerca del acontecer literario de un país, deben existir tribunas para esas voces. De allí la importancia de los “premios de la crítica”, existentes en todos los países con una sólida tradición literaria. Ponen nombres a la vista de los lectores.
Obra finalista en la edición 2010 del Premio de la Crítica a la novela del año |
El Premio de la Crítica a la Novela del Año, fue lanzado en Venezuela por primera vez en 2009, “con el objetivo de promover la obra novelística venezolana contemporánea, y apoyar el trabajo de autores y editoriales locales, así como reivindicar la figura del crítico especializado”, como lo señala Ficción Breve Venezolana, institución organizadora del galardón. Ese proyecto de instrumentar un espacio para evaluar lo que se está escribiendo en Venezuela en materia de novela, encontró de inmediato el apoyo de Econoinvest, de la Fundación para la Cultura Urbana y del Centro Cultural Chacao. Esa primera edición, los críticos venezolanos Carlos Sandoval, Mariana Libertad Suárez y Arnaldo Valero seleccionaron Un vampiro en Maracaibo (Alfaguara), de Norberto José Olivar, como la novela más destacada de ese año. Ese prolífico año comenzaba a gestarse una crisis en el mundo editorial venezolano y no lo sabíamos, sin embargo el premio cumplió su cometido: le dijo a los lectores venezolanos que prestaran atención a una magnífica novela de un autor que muchos de ellos no conocían.
Al año siguiente, con la Librería Kalathos sumada a la red de apoyo, se realizó la segunda convocatoria con una merma significativa en el número de las obras participantes (algunas editoriales trasnacionales comenzaban a abandonar el barco). El jurado formado por Luz Marina Rivas, Carmen Victoria Vivas y Miguel Ángel Campos escogieron a la primogénita de Gustavo Valle: Bajo tierra (Norma), la cual ya había sido galardonada anteriormente con la desaparecida Bienal de Novela Adriano González León.
En esta tercera edición, con el apoyo agregado de la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana (dada la conocida coyuntura por la que atraviesa la Fundación para la Cultura Urbana), con la modalidad añadida de la figura de las novelas finalistas (una especie de short list que incrementa el número de títulos expuestos al ojo del lector), y con toda una crisis editorial de por medio, el Premio de la Crítica da señales de establecerse. El apoyo de los medios digitales (como el portal Prodavinci.com y la cuenta twitter @queleer, por mencionar dos de los más entusiastas) ha sido clave para ello.
Así lo entiende, Lennis Rojas, esa voz al otro lado del celular que intentaba dar la buena noticia a Victoria de Stéfano. Por eso se permite mostrarse optimista con el destino del Premio. Tiene fe en esa cabalística frontera entre vivir y morir que supone toda tercera edición, se trate de un premio o de una publicación literaria. Sabe que la apuesta por apuntalar la industria editorial es, de alguna manera, la apuesta por apuntalar el carácter profesional del oficio. Sabe, además, que todo cuanto se haga por visibilizar la novela venezolana contemporánea es una forma de ampliar el territorio de lectoría de firmas venezolanas entre el público consumidor local.
Obra finalista en la edición 2010 del Premio de la Crítica a la novela del año |
Esto último es focal. Las ediciones promedio de nuestros libros de narrativa están aún en el orden de los mil ejemplares. Aunque cada vez más frecuente, las reediciones no son la constante. De hecho, muchos de nuestros títulos no conocen la reedición y desaparecen del mercado para siempre, una vez agotados. Y vale acotar que en muchos casos se trata de verdaderas pequeñas joyas de la narrativa. En contraposición, un libro exitoso de periodismo o historia puede alcanzar la cifra de diez mil ejemplares vendidos. Las novelas locales que la alcanzan, en cambio, son consideradas rotundos Best Sellers. Pero se puede inferir que, hipotéticamente, esos lectores están ahí.
Y a esa escasa lectoría se pueden sumar otros problemas: Los costos de la materia prima (lo cual se traslada al precio del libro), el poco interés que demuestran las grandes cadenas por los títulos locales, la casi ausencia de buenas librerías independientes fuera del territorio de Caracas y el “bajón” editorial que supuso la salida de casi todas las trasnacionales del panorama venezolano, son elementos que hacen cuesta arriba la tarea de sumar lectores a la producción novelística local.
Pero todo panorama, por duro que sea, siempre encuentra su ajuste. A la salida de las editoriales trasnacionales se le contrapone la llegada de nuevos sellos independientes locales. El poco apoyo de exhibición que suelen manifestar las grandes cadenas con respecto a los títulos locales, se contrarresta con el conocimiento y el entusiasmo que los libreros independientes demuestran por nuestra producción literaria.
Y a este paisaje se suma el Premio de la Crítica. Y la proliferación informativa de las redes sociales (vale destacar la iniciativa #LibrodelDia en twitter). Y los blogs con sus cientos de reseñas de novelas locales producidas por los mismos lectores. Y la buena escritura de nuestros autores, tanto nacientes como ya consagrados.
En fin, todo lo que contribuya a aumentar la cantidad de lectores que apuesten por nuestra novelística, apunta en la dirección correcta. Vital, si estamos pensando en cruzar fronteras. No en balde una máxima de los editores afirma que “si una novela funciona en su país, puede aspirar a funcionar afuera”. Que es como decir: convencer afuera pasa por convencer adentro. Esa es la tarea.
*Narrador venezolano.
Cofundador y editor del Portal Ficción Breve Venezolana
@hectorres
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