jueves, 5 de mayo de 2011

La fiesta de Syrinx: una mirada al Festival Internacional de Flauta y Píccolo de Caracas, 2011


Giovani Mendoza*

Preludio

Decir que el tema que me ocupa en esta oportunidad tiene un significado especial, es decir poco.
Desde el año 2001, cuando hice mi primera investigación -que se tradujo en la primera tesis de grado- sobre un aspecto de la historia de la flauta en Venezuela, supe que tenía un largo camino por recorrer, que estaría lleno de desafíos, pero también de muchas satisfacciones. Diez años han pasado desde entonces y no en vano, afortunadamente. Tal cual un matrimonio, esa relación mía con el instrumento que escogí hace más de 15 años “hasta que la muerte nos separe”, se ha visto beneficiada por mi condición de musicólogo: ahora no sólo la amo por su sonido, por sus recursos casi ilimitados, etc., sino también por su historia y, particularmente, por su historia en la música de Venezuela. Todo este preámbulo tiene un fin último: justificar el estilo personal e íntimo, despojado de academia, subjetivo, que tendrán estas líneas.
La historia de la flauta traversa en Venezuela comienza con la misma colonización. Sin embargo, los datos más sólidos comienzan a aparecer a finales del siglo XVIII, destacando -como sucede en otros ámbitos de la cultura y la política, sobre todo- la figura del Generalísimo Don Francisco de Miranda, tan apasionado de la flauta y la música como lo fue de las mujeres, la libertad y de otras tantas cosas. Durante el siglo XIX la historia de la flauta en Venezuela tuvo un desarrollo enorme, sentando, sin dudas, las bases de una tradición flautística que ya hoy nos resulta añeja, sólida; un río con dos afluentes, el académico y el popular, que, como el Moldava inmortalizado en la obra de Smetana, se unen en algún punto, produciendo un efecto tremendo en la cultura del país. Nombres como los de Francisco Meserón, Juan José Tovar, Manuel E. Hernández y Manuel Guadalajara, en el siglo XIX; Simón Álvarez, Napoleón Sánchez Duque y Ángel Briceño, en el siglo XX de pre y pos nazismo; José Antonio “Toñito” Naranjo, José Antonio Vásquez, Glenn Egner y Jorge Francis, mediando los setenta, albor  de lo que hoy es el Sistema de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela, son, sin duda, precursores de uno de los movimientos flautísticos más grandes del continente, reconocido como tal dentro y fuera de nuestras fronteras.


Tema

 Este desarrollo histórico de la flauta en el país, ha dado sus productos más decantados en los últimos 30 años. Al menos tres generaciones de herederos de estos ilustres y muchas veces desconocidos antepasados, pueden distinguirse: la primera, nacida en el seno del  Sistema de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela, antes FESNOJIV, ahora Fundación Musical Simón Bolívar, o como le decimos todos en la práctica: simplemente, El Sistema. Nombres como los de José García, Víctor Rojas, Pedro Eustache, Marco Granados, Omar Acosta, Miguel Pineda, Luis Julio Toro y Huascar Barradas, por nombrar solo algunos, pertenecen a ella. Le siguen en estricto orden cronológico otros como Raimundo Pineda, Andrés Eloy Rodríguez, María Gabriela Rodríguez, Enver Cuervos, Nicolás Real, Javier Montilla, Manuel Rojas y, nuevamente, un largo etcétera -que espero me perdone el no especificar más nombres- que son los hijos naturales de aquella primera camada. Estos, ya en posición de maestros, codo a codo con quienes fueron los suyos, han logrado levantar una nueva generación de hábiles instrumentistas entre los que destacan Alexis Angulo, Gabriel Cano, Eric Chacón y Mariaceli Navarro, entre otros.

Gran Ensamble de Flautas.
Foto: Enver Cuervos

Esta gran familia de flautistas, todos conviviendo en una misma encrucijada espacio-temporal (Caracas, siglo XXI), se congregó recientemente en el Festival Internacional de Flauta y Píccolo, que se llevó a cabo en la ciudad de Caracas, entre el 25 de abril y el 01 de mayo de 2011, teniendo como sede principal al modernísimo Centro de Acción Social por la Música (CASPM). Las instituciones auspiciantes fueron la Academia Latinoamericana de Flauta, el Sistema Nacional para las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela y el Conservatorio de Música Simón Bolívar. Concebido y producido apenas en un mes, más o menos según me explicó el maestro Raimundo Pineda, el Festival logró el concurso no solo de flautistas venezolanos, nóveles y consagrados, sino la presencia de maestros internacionales de alta factura como Philippe Bernold (Francia), Jean Louise Beaumadier (Francia) y Davide Formisano (Italia).

Variación 1


 Nicolás Real y los ganadores
Foto: Enver Cuervos
 Este Festival tuvo tres grandes partes, interrelacionadas entre sí, entramadas cual contrapunto ortodoxo, para garantizar su éxito.
En primer lugar, el Concurso hecho en el marco del encuentro, donde se midieron los más adelantados estudiantes de flauta que hacen vida académica en Caracas, y cuyos ganadores vienen a acompañar la larga lista de maestros que les anteceden, la generación de relevo pues, ni más ni menos. Son ellos: Lorel Rodríguez, Arón García, Rossmary Rangel, Javier Rodríguez, ganadores en la categoría de flauta; y Raúl Pimentel e Iraís Martínez, en la de píccolo. El premio: un concierto como solista, acompañados por la Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, bajo la batuta del maestro Joshua Dos Santos, en el cual, cada uno de los galardonados reafirmó las condiciones por las cuales llegó allí, precisamente.
En segundo lugar, las clases magistrales y encuentros didácticos tanto con los maestros nacionales como con los invitados internacionales. Quienes han transitado el difícil camino de dedicarse a la ejecución de un instrumento musical, saben la particular trascendencia de este tipo de experiencias que cobra la forma de clases magistrales, con maestros pertenecientes a lo más granado del mundo musical. El compromiso, la disciplina y constancia de siempre se amplifican, se maximizan, llegan a su límite; y allí es precisamente donde radica su importancia y su belleza.
Flautista Davide Formisano
Foto: Enver Cuervos
En tercer lugar, la inenarrable cantidad de obras que se escuchó al término de una semana: siete días continuos de música para flauta en los más diversos formatos y géneros, desde tempranas horas de la mañana, hasta altas horas de la noche, en algunos casos. Como flautista debería decir que, tal vez, lo más sobresaliente después de las actuaciones de los ganadores del Concurso, serían las ejecuciones de los invitados internacionales: dos conciertos para flauta y orquesta interpretados por los maestros Bernold y Formisano, y un concierto para píccolo y orquesta a cargo del virtuoso maestro Beaumadier. Y así es, es decir, en lo estrictamente flautístico, ese fue el broche de oro con el cual cerró el festival, no puedo imaginar un final mejor.

Variación 2

Sin embargo, no puedo perder la oportunidad de realzar la labor de difusión que, conscientemente, se realizó durante el Festival. Me refiero a la ejecución de una cantidad notable de música de compositores venezolanos, lo cual es un triunfo en varios sentidos. Por una parte, porque la mayoría de los flautistas que dieron vida a tal experiencia, son jóvenes, lo cual significa que han sido removidos del nicho más o menos cómodo del repertorio “universal”, obligándolos a enfrentarse a obras nuevas, a lo desconocido, lo cual como instrumentista se que no es un trabajo fácil, pero si se hace desde muy temprano, tal como en este caso, tenemos la esperanza de que en el futuro cercano tengamos músicos cada vez más dispuestos a voltear la mirada, a ver hacia acá, a reconocer y reconocerse en la música de sus coterráneos, he allí su virtud. Al lado de la literatura propia del instrumento, esa que llamamos “universal” -una vez más-, esa que todos “deben” tocar, tuvimos la oportunidad de escuchar obras de compositores venezolanos como Adina Izarra, Daniel Bravo, Ricardo Teruel, Paul Desenne, Yoly Rojas, Eduardo Marturet, Víctor Bolívar, Mirtrú Escalona Mijares y Alonso Toro.  Mención aparte merecen dos estrenos: el Concierto para Flauta y Orquesta de Cuerdas y Percusión, de Nicolás Real y el Concierto N° 3 para Píccolo y Orquesta, de Raimundo Pineda, acompañados ambos por la Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar. De Pineda se interpretaron además, otras obras a lo largo de la programación, así como algunos arreglos suyos.

Variación 3

Un punto más a favor de este lado del charco: el sitial que tuvo la música popular. Decir que la flauta ha tenido un lugar prominente en la historia de la música popular en Venezuela es, a estas alturas, redundar. Quizá por eso era ineludible darle cabida a expresiones en las que la flauta ha conquistado espacios que, no solo no perderá jamás, sino cuyos dominios están en constante expansión. Así, tuvimos la dicha  de disfrutar la maestría que, pese a su juventud, ya exhibe el joven flautista y jazzista Eric Chacón, un hecho inédito porque, hasta donde abarca mi saber en esta materia, es el primer flautista profesional en nuestro país que se dedica con exclusividad al jazz. Aparte, el mismo Eric sirvió de apoyo al maestro Rodolfo Reyes, saxofonista y flautista de jazz, en un concierto conferencia donde, entre otras cosas valiosísimas, alertó sobre una realidad inequívoca y lapidaria: cada vez habrá más flautistas en el país, con mayor nivel y, parafraseándolo a él que a su vez parafraseaba al Gran Combo, “no hay cama pa’ tanta gente”. Pero lejos de intimidar, su llamado, que yo hago resonar acá, es a acercarse a la música popular, a tomarla con seriedad, a diversificarse; una vez más, una selección acertada la del maestro Reyes para esa conferencia.
Agrupación A trio
Foto: Giovani Mendoza
Luego de una semana de esfuerzos individuales y colectivos, se requería de un momento de solaz, el cuerpo lo pedía a gritos. El día viernes 29 de abril en la noche, se dio una fiesta en uno de los salones del Hotel Alba Caracas, donde A Trío, uno de los grupos de vanguardia de la música venezolana, con Manuel Rojas en la flauta, tuvo el inmenso compromiso de amenizar parte de la velada. Tocó luego el turno a María Fernanda Castillo quien armó un trabuco de música latina con el que, instantáneamente, puso a bailar a medio salón, dejando en el pasado aquello de que músico académico no baila. La jornada del día siguiente tuvo un final igualmente pleno de jolgorio, con Charangoza All Star, un colectivo de virtuosos de la música caribeña, en el cual, una vez más, el flautista Eric Chacón tiene un rol destacado.

Cadenza  

El Festival concluyó con el concierto del gran ensamble de flautas en el que participaron todos los flautistas involucrados, bajo la dirección de la maestra María Gabriela Rodríguez, luego de lo cual se hizo la entrega de credenciales respectivas, todo en el más jubiloso ambiente de regocijo y camaradería.
Es evidente que la flauta en Venezuela actualmente vive uno de sus mejores momentos, no solo por la cantidad, no solo por la calidad, sino sobre todo por la entrega, por la voluntad mancomunada de hacer las cosas y hacerlas bien, por doblegar los egos en pro de un mismo objetivo. Agradezco al maestro Enver Cuervos por las fotos, y a María Fernanda Castillo y Raimundo Pineda por aportar algunos datos y despejar ciertas lagunas.
Sin duda, fue una semana en la que Syrinx, ninfa de la mitología griega, se liberó por un momento de su hechizo y se hizo parte de la fiesta.  

Bernold, Formisano y Beaumadier, invitados internacionales
Foto: Enver Cuervos



Participantes Festival de Flauta y Piccolo 2011
Foto: Enver Cuervos



*Musicólogo y flautista
Twitter: @dofasolre



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