viernes, 4 de noviembre de 2011

Escuchar y leer en 2.0

Alejandra Medina*



 Nuevas formas de hacer y consumir música


 ¿Cómo afecta la globalización de las comunicaciones a las formas de hacer, distribuir y consumir música? La velocidad a la que circula la información, la diversidad de soportes, la posibilidad de acumular y transferir datos en un volumen casi infinito, ha permitido un movimiento y flujo de información sin precedentes, situación que ha impactado en gran medida, entre otras áreas,  a las formas de producir, distribuir y consumir música.

  La música como negocio sufrió un cambio de paradigma “de un modelo que se basa en la venta de un producto, a un modelo que concibe a la música como servicio” (Nicolás, Geisinge, & Pienika, 2008), por lo que este negocio y todos los agentes que en él intervienen, se han visto obligados a repensar la dinámica y apuntar a algo que va más allá de la venta de música en soporte físico.

   Por otro lado, la web 2.0 nos abre un mundo de posibilidades de audición que era impensable hace veinte o treinta años atrás. La industria de la música tradicional se encargaba de producir y distribuir la música a nivel mundial y las posibilidades de acceso a esta era limitada en los países llamados "sub-desarrollados" o "en vías de desarrollo", debido a los altos costos de los discos y de los aparatos necesarios para su reproducción, entre otras razones. Actualmente y gracias a las nuevas tecnologías, muchos músicos tienen la posibilidad de producir sus propios trabajos a costos muy inferiores a los de hace algunos años, y darse a conocer en lugares que eran inimaginables sin el apoyo de una empresa discográfica.

    Todos estos cambios han dinamizado y transformado la industria cultural de la música y han acortado las brechas entre artistas y público, posibilitando un feed back que sin duda enriquece la dinámica del hecho musical. Los consumidores pasaron de ser simples escuchas a tener un rol más activo:  ahora pueden opinar sobre los trabajos de los músicos en foros y redes, y recomendar a otros lo que escuchan. Hoy día cualquier fan o seguidor de un artista puede oír la música que éste produce y comentar sobre su trabajo, tal y como sucede en Youtube o Myspace, incluso opinar sobre trozos muy específicos de la obra como en el site Sounds Clouds, o simplemente mandar un e-mail a la página web del artista con muchas oportunidades de que éste sea leído y contestado por el propio músico.

  Otra de las posibilidades que nos abre la globalización de las comunicaciones, es la de poder acceder a  la música que se hace en diferentes partes del mundo; música a la que jamás accederíamos por las vías tradicionales de la industria. Hasta hace algunos años nuestras audiciones se limitaban a lo que editaban los grandes conglomerados, y era en algunos casos difícil acceder a lo que los sellos independientes producían. Las pocas cosas de World Music que salían al público por vía de la gran industria discográfica, respondían a un proceso de estandarización del sonido para convertirla en música “digerible”, por lo que en muchos casos estas producciones terminaban convirtiéndose en un atentado contra la diversidad.

   Venezuela no permanece ajena a estos nuevos modos de hacer y distribuir la música. Las disqueras nacionales casi han desaparecido y las pocas que quedan se ven ensombrecidas por el gran mercado de la piratería, que ofrece infinidad de música a precios con los cuales es imposible competir. Por otro lado, los mismos músicos mercadean y distribuyen su trabajo gratuitamente a través de las redes sociales y páginas web, cuelgan las producciones  antes de ser editadas en físico,  pues su interés y su negocio, más que vender discos, es darse a conocer y que conozcan su trabajo, sumando así seguidores que serán potencial público para sus conciertos y compradores de sus producciones, aunque éstos ya las tengan en su computador. Este es el caso de muchas bandas jóvenes de rock que colocan sus producciones para ser descargadas desde su página web gratuitamente. Junto a esta realidad, conviven algunos sellos independientes que editan producciones de nuestros artistas, pero que sin duda ocupan un lugar pequeño en el negocio.

  Más allá de todas las posibilidades tecnológicas que existen para la producción de música y sus nuevas formas de distribución, sigue existiendo el problema del financiamiento de las producciones discográficas de los artistas. Muchos músicos en nuestro país trabajan con el sistema de colaboraciones en el que amigos, allegados, "panas" y algunas almas caritativas, colaboran con dinero o en especies para hacer la producción: algún amigo diseñador colabora con el arte, otro con las fotos, el máster, etc., y lo demás lo cubre el propio músico de su bolsillo hasta tener el disco listo. Muchos músicos de Venezuela y del mundo son los productores y comercializadores de sus propios trabajos, rompiendo así con el modelo tradicional de la industria discográfica donde los roles estaban muy bien diferenciados y las ganancias eran del 45% para la industria y 5% para el artista.

   Es clara y notoria la democratización de las formas de hacer y escuchar música que ha posibilitado la web 2.0, y los beneficios que esto ha traído a los músicos y consumidores. Sin embargo, es mucho el camino que falta por recorrer en el nuevo modelo de negocio de la música que se está desarrollando, y muchos los problemas por desentrañar tales como los asuntos relativos al derecho de autor  y el perfeccionamiento de las formas de comercialización en la web, entre otros.


Nicolás, C., Geisinge, D., & Pienika, E. (2008). (F. d. República, Ed.) Recuperado el 18 de 05 de 2011, de http://estatico.buenosaires.gov.ar/areas/produccion/industrias/observatorio/documentos/impacto_tic_en_industria_musical.pdf


* Lic. Artes
Gerente Gestión Cultural Sacven
@alemedinamusic



Yisbel Pérez Díaz*

De la lectura y sus formas


 En cuanto a la lectura, para mí no se va leer ni más ni menos, se va leer diferente.
Augusto Di Marco
Grupo Santillana.


   Se leerá más, se leerá menos, muerte de la industria editorial tradicional y desaparición de la experiencia sensitiva que siempre ha rodeado al libro en papel. Estas son solo algunas de las inquietudes generadas por el surgimiento de nuevos formatos de lectura. Nuestro "ser lector" está muy marcado por la vivencia sensorial que encierra leer un libro, y la industria editorial juega un rol muy importante en ese hábito. Leer es algo más que conocer y vivir una historia, algo más que enamorarse u odiar personajes; es también sentir la calidez de su tangibilidad, el toqueteo de las hojas, el olor del papel y la tinta, verlo en nuestra biblioteca y recordar sus páginas luego del banquete cognoscitivo.

   Ahora bien, la existencia de nuevos formatos -con esto nos referimos a libros electrónicos, textos en formato PDF, audiolibros, entre otros- ha generado niveles considerables de ansiedad en industrias editoriales y puristas de la lectura, llevándolos a cuestionar y muchas veces a augurar la muerte del libro en papel y el riesgo inminente de pérdida de los hábitos de la lectura.

   El hábito de la lectura es una costumbre adquirida y cultivada desde muy temprana edad. Por múltiples variables culturales y económicas, en nuestros países latinoamericanos el acto de leer no está arraigado en su cotidianidad. El bajo poder adquisitivo y la cuestionable calidad de vida de estas sociedades, son zancadillas siempre presentes al momento de adquirir un libro y ver en él una fuente de disfrute indescriptible. Y solo estamos hablando de adquirir un libro en su forma tradicional, ahora veamos de qué van los formatos digitales y su accesibilidad.

   Los nuevos formatos para la lectura como los anteriormente mencionados son muy diversos en sus formas y estilos, y la manera de acceder a ellos nos lleva por muchos caminos. La conexión a internet es de vital importancia y este rubro en las estadísticas venezolanas presenta un crecimiento sostenido desde el año 2000 hasta el año 2010 (http://www.cavecom-e.org.ve/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=65&Itemid=112)   Navegar en la web nos permite consultar una gran cantidad de libros en formato PDF, obtener información sobre el uso de los e-readers o los audiolibros, y conocer sus costos y formas de adquisición. Vale mencionar el esfuerzo que se hace desde algunas bibliotecas por incorporar lectores electrónicos para que sus usuarios se familiaricen con el formato, vivan la experiencia y se hagan una idea propia sobre lo vivido. Cada vez son más las casas editoriales que están incursionando en el negocio del libro digital a fin de poder ofrecer las mayores opciones posibles a su público potencial. Creo que la clave está en sumar y ofrecer opciones: diversificar para subsistir.

   Cabe la pregunta, ¿cómo será ahora la experiencia de leer en estos nuevos dispositivos? Ya no hay papel para sentir ni tinta para oler ¿Será igual de disfrutable la lectura en un libro electrónico que en un libro en papel? ¿Ayudarán los nuevos formatos a incentivar el hábito de la lectura? Será la gestión cultural de cada nación y la experiencia de cada lector la que pueda dar respuesta a estas interrogantes.

   Llegamos al momento donde otras preguntas se hacen necesarias: ¿qué es más importante, los formatos o la lectura en sí misma? ¿Qué papel juegan los estados en la promoción de la lectura desde la primera infancia? Si soy lectora asidua, amante de las historias, del conocimiento de otras culturas, de la vida contada desde otra piel; seguramente no le dé importancia al formato. Seguramente sustituiré el delicioso toqueteo de las hojas por el toqueteo de mi e-reader, los olores vendrán por otros medios. En la biblioteca caben todos,  sean de papel o electrónicos, mi recuerdo sobre lo leído generará el mismo éxtasis y la ganas de volver a leerlo. Si soy casa editorial, tengo dos opciones: aferrarme al formato tradicional y darle un nuevo aire a mis materiales, o diversificar mi negocio y trabajar en formato tradicional y formato digital. La última es la opción que muchos han tomado para permanecer en el negocio y en el gusto de sus compradores.

   La resistencia al cambio es tan inherente al ser humano como su necesidad de reinventarse. Lo interesante de vivir estas transformaciones con implicaciones tan profundas en el entramado cultural de las sociedades, es poder evidenciar nuestra capacidad para conservar la esencia de nuestros hábitos y poner a favor los aspectos negativos que traen dichos cambios consigo.

   Por otro lado, el papel del Estado es superlativo en la creación de una gestión cultural que, a través de sus políticas lleve adelante un plan de promoción de la lectura sostenido y eficiente. Esto debe incluir mejoras en la accesibilidad de la población, tanto al formato tradicional como a los nuevos formatos digitales, promocionar la lectura como fuente de diversión y hacer del conocimiento algo disfrutable.  Para esto deben converger:  buena gerencia, potencial humano y financiero y visión de mejor futuro. ¿Difícil? Sí ¿Imposible? Nada lo es.

   Esta historia apenas se comienza a escribir. Los formatos serán nuestros aliados o no en la medida en que sepamos hacer uso de ellos para nuestro disfrute y adquisición de conocimiento. Lo innegable de esta realidad son las opciones, la riqueza de la diversidad en cualquiera de sus ámbitos puede hacer de la vida una experiencia valiosa.

   Lo importante es nunca dejar de leer, nunca dejar de aprender y disfrutar haciéndolo. Eso siempre generará cambios en positivo y construirá ciudadanía capaz . Ganamos todos.


Algunos links para consultar:







* Lic. Artes
Asistente Gestión Cultural Sacven
@entrediversos